lunes, 24 de septiembre de 2012

Una tarde de Septiembre

Esta tarde he ido al Barrio de las Letras en busca de un libro muy especial. Un libro que no sé si se ha escrito pero que intuyo que existe. Como ha empezado a hacer fresquito en Madrid he optado por ponerme una sudadera rosa palo sobre una camiseta gris perla, shorts vaqueros y bailarinas. Un atuendo cómodo para poder pasear, rebuscar en estanterías, agacharme, estirarme y subir escaleras empinadas que llevan a más estanterías atiborradas de libros con una película de polvo sobre sus tapas...


Caminando por las calles adoquinadas del barrio, que parecen haberse detenido en el tiempo, he encontrado iglesias escondidas, tabernas y fachadas en rosa algodón de azúcar, pero ni rastro de las librerías. Cuando ya estaba a punto de marcharme con una punzada de desilusión, me he cruzado con un chico que llevaba una camiseta fucsia con un dibujo amarillo en el pecho. Yo siempre me fío de un chico que lleva una prenda rosa. Le he preguntado si sabía dónde estaba la librería del barrio, ha fruncido el ceño y entonces he visto una hamburguesería justo detrás de él. Como aún no había comido y me moría de hambre, le he arrastrado a una mesa al fondo del local. Siempre he pensado que los chicos que llevan una camiseta rosa son simpáticos. Lo que para mi era comer para él ha sido cenar, se acuesta a las siete de la tarde porque encuentra su inspiración de madrugada. A esas horas es cuando le visitan las musas. Me ha hablado de pueblos de la Toscana que retroceden en el tiempo, de Woody Allen y de un libro que escribió hace años. Mi innata curiosidad me ha llevado a preguntarle por su libro y no podía creerlo, ¡ese es el libro que yo estaba buscando! Me he abalanzado sobre él para darle un abrazo de picapica y aún me huele el pelo a su perfume. Creo que me llevo un amigo para toda la vida. 



Al final encontré lo que buscaba en el Barrio de las Letras.


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